viernes, 28 de octubre de 2011

20-N - LA REVOLUCIÓN DE LA EXPERIENCIA


Otra sesión más de quimio, joder, después de todo lo que he luchado en la vida tener que verme así con la vía puesta, vamos, el gotero, y ese líquido que me está matando para devolverme la vida, qué cosas. El pelo ya lo perdí en el campo de concentración de Mauthausen, era joven, pero el horror que contemplé en aquellas canteras infernales me dejaron como a un niño pelón, nunca más volví a lucir mi fuerte e indomable pelo negro. Dijeron los médicos que fue por culpa del trauma, bueno, ahora no tengo que lamentarme como mis compañeros de sala por verme además de demacrado, calvo. Siempre me pongo nervioso el día antes de ir al hospital, con lo que yo he sido y he sufrido me veo a estas alturas atemorizado por los vómitos y las diarreas, para distraerme ayer puse la tele y vi una película que me dio que pensar. Eran dos tipos mayores con cáncer que ante las malas perspectivas médicas deciden hacer todo aquello que les hubiera gustado hacer en la vida y que no hicieron. Aunque la película deja claro que hasta para eso hay que ser millonario, menos mal que el negro de clase media dio como compañero de cama con el blanco rico sino el film hubiera sido menos entretenido, no es lo mismo ir a Piesjuntos de abajo que al Himalaya, bajar de la cuesta de enero indemne que cenar en restaurantes exclusivos y prohibidos al pueblo llano. Mientras veo bajar el medicamento me da por ponerme a pensar en la dichosa película, en aquellos viejos que en sus últimos momentos sólo pensaron en disfrutar y en arreglar sus miserias personales, yo si me viera en el trance haría grandes cosas pospuestas por irrealizables, por miedo a represalias a los míos. Sí, la familia me volvió vulnerable y luego la rutina de los días huyendo del horror que asomaba por la noche en mis sueños. Es curioso, desde que me diagnosticaron este cáncer no he vuelto a soñar con mis compañeros, arrastrados todavía vivos como despojos humanos a los hornos. He recuperado mis sueños de juventud, de revolución, de justicia social, de acabar con caciques explotadores y violadores, con el analfabetismo, con curas oscuros llenos de maldad, con la miseria y el hambre de los desposeídos por un sistema feudal. Ver la tierra en manos de los que la trabajan.

Hoy el médico no me ha dado buenas noticias aunque me hace seguir con el tratamiento, me veo como una cobaya, pero no quiero sentir pena de mi mismo, he vivido y sobrevivido muchas vidas y muchas vidas viven en mi y esas vidas merecen haber sido vividas por algo. Ahora miro el mundo que me rodea y contemplo como hasta en los peores momentos pensamos en salir adelante, en nuestra lucha individual por la supervivencia. Me miro a mi mismo bien vestido, con un frigorífico lleno en casa, con una pensión no muy digna pero junto a la que me mandan de Francia no me puedo quejar, con una tele plana que me regalaron mis hijos a los que pude dar estudios gracias a los dos trabajos que tenía y al de mi mujer, con una vivienda propia y me doy cuenta de que he estado ciego pensando que con eso había prosperado, que mi lucha había concluido porque mi situación era la de un señor comparada con la de mi padre. Ahora miro a mis nietos y veo en ellos lo que yo sentí cuando tenía su edad, ese afán de cambiar las cosas, no en todos, mi Raúl sólo piensa en ir de botellón, pero no pierdo la esperanza porque el 15 de octubre me acompañó a la manifestación y era el que más gritaba. Veo en ellos esa desazón por un mundo sin futuro, donde nada cambia porque los mismos que mandan, que no gobiernan, ahora le llaman democracia a lo que tenemos aunque como bien se corea no lo es. Cada vez que puedo salir a una de estas manis como dicen los jóvenes y veo una tricolor me quedo pensando en mis compañeros y compañeras caídos en el frente español, en la resistencia francesa, en los campos de la muerte, aquí y allí, en la clandestinidad más tarde. Privación de libertad, tortura, hambre y muerte, y como ya no controlo como antes se me escapan unas lágrimas de a puño que me apresuro a secar con mi pañuelo para que no piensen que soy un viejo llorón. Nuestra lucha sigue viva y yo me había dejado adormecer en el llamado estado del bienestar, ahora malestar social porque de seguir así las cosas los que estamos en esta sala seremos unos privilegiados por haber accedido al tratamiento. Volveremos a los tiempos del que tiene vive y el que no se jode, y no es que no hubiera pobres hace unos años pero no veía en ellos los rostros de mis hijos en paro o mis nietos que no podrán pagarse la universidad el día que falte mi pensión. Lamento haber estado tan dormido, siento como si hubiera desperdiciado parte de mi tiempo, no era cierto que yo ya había cumplido y nada más podía hacer, sigo siendo útil.

Al salir del hospital me he encontrado con una compañera de los primeros años de clandestinidad, ella me ha reconocido a mí, dice que por la calva y se ha reído con todas sus fuerzas, por un momento me pareció que no éramos dos viejos enfermos, ha sido un encuentro muy fructífero y todo gracias a la película que ella también había visto.


Voy a mi sesión de radioterapia, tengo el pecho requemado, a estas edades va y me sale un cáncer de mama, cuando me lo dijeron pensé que eso era cosa de más jóvenes, pero no, a mis 85 años aquí estoy intentándolo, lo deje correr durante un tiempo, no le di importancia a aquel bultito y mira por donde la lata que me está dando. Me acuerdo de las caras de terror de las compañeras que esperaban conmigo el veredicto tras la biopsia, distraían el miedo preocupándose por el aspecto que tendrían sus senos si tenían que ir a quirófano, una de ellas decía que con lo mal que estaba la sanidad igual no hacían reconstrucciones y yo para romper el hielo les dije: pues es una lástima, con la ilusión que me hacía a mi unos pechos de esos que no se caen y ahorrar en sujetadores, que la pensión no da para nada. Todas rieron. Reír siempre fue una magnífica terapia para mi y procuré llenar de humor el horror, me acuerdo de la vez que me detuvieron y me llevaron a la DGS y me golpearon tanto que vi doble durante un tiempo, eso fue al conseguir abrir los ojos. Cuando me tiraron en aquel tétrico sótano con mis dos compañeras a las que tanto dolor me causaba oír gritar cuando se las llevaban, les dije con media lengua, bueno, no os preocupéis, así me ahorraré al menos ver sus asquerosas caras e intenté sonreír como pude, por un momento dejaron de llorar. Me vejaron, me violaron y me orinaron encima en la última sesión de la que no me sacaron nada, porque cada vez que me daban un puñetazo pensaba en mi padre fusilado, en mis dos hermanos asesinados en el monte, en mi prima adolescente paseada después de exhibirla rapada, con toda la falda manchada y apestando a la mierda que era aquella gentuza vestida de azul. Pensaba en la locura de mi madre en aquel pueblo francés donde nada entendía, ni nada quería entender. Apretaba los dientes para que no se me escapara nada, mis dientes agarrándose a la vida y a la lucha, es curioso que los conserve todos, muy pequeños, desgastados de tanto apretarlos, pero resistiendo conmigo.

Mientras esperaba me fueron asaltando todos estos pensamientos, me los había traído a la memoria Manuel. Qué encuentro más oportuno y entrañable. Hemos quedado para vernos en una semana, en su casa, porque quería hablarme de unas cosas que le rondaban por la cabeza y algo me dice que son las mismas que me rondan a mi y a Liberto, un amigo de la residencia que está hasta el moño de la diálisis, él dice que le queda poco y se ha negado a ponerse en ninguna lista para recibir un riñón, que él siempre ha luchado por mejorar la vida de los demás y que un órgano nuevo en su viejo cuerpo dice que sería un malgasto y una carga para su conciencia que no podía permitirse. Así ya seremos tres.

Cuando se lo conté a Liberto se removió en su silla de ruedas, él también había visto la película y pensó en como habían malgastado el dinero y el tiempo aquellos dos, bueno, el rico vivió más y mejor, como siempre había sido desde que el conocía el mundo. Al que no tenía tanto para compensar el guionista le dio el consuelo de una familia y con la moralina de las películas americanas le arregló la vida al millonario ayudándole a recuperar a su hija. Es aquello de los ricos también lloran, consuélate pobre, lo que no le explican al desgraciado es que la mayoría de las veces lo hacen de felicidad.


Aurora siempre conseguía alegrarme el día, con su eterna sonrisa, sus chistes escudo para protegerse de lo malo del mundo con nuestras risas, es estupenda, yo que sólo tuve ojos más que para una mujer, la República, me hubiera casado con Aurora sin dudarlo un momento, lástima que sea lesbiana y como ella dice con el cartel de cerrado por motivos de corazón cansado. Amor ya no más, amistad toda, suele decirme.

Estoy deseando que llegue el miércoles próximo, ese día no hay limpieza de circuitos y podré conocer a Manuel, aún con esta sangre sin depurar que sigue siendo tan roja como el primer día me pongo negro de pensar en la que está cayendo y en lo que se nos viene encima. Eso debe ser la herencia de mi padre libertario, rojo y negro, que me enseñó que el saber era lo más importante, que el hombre y la mujer eran iguales y libres y me inculcó el respeto a los demás siempre que no fueran fascistas, entonces se le desataba la lengua y tiraba los muros de las iglesias con sus blasfemias, eso también lo he heredado. Y yo es que me cago en dios cada vez que veo la fecha que han puesto para las elecciones, como gane el PP el día que el hijo puta de Franco murió se cierra el círculo, esto es la hostia, y digo yo que para esta mierda de democracia para que habremos pasado tantas calamidades y hemos llevado tantos palos. Cuántos compañeros dejamos atrás, tíos y tías cojonudos que levantarían este circo dando puñetazos sobre esta farsa. Yo no voy a los homenajes a llevar flores, no sé en que cuneta está mi padre tirado, pero que no me lo saquen de ahí sino van a hacerle justicia, sin juez que acredite que allí hubo un crimen, el asesinato de la mejor persona que he conocido en el mundo, que no me lo toquen y aunque no abracé sus ideas siempre estuvieron tan presentes en mí que los compañeros me llamaban el anarquista tricolor. El día que yo vaya a ver los restos de mis padres que sea para decirles que aquello por lo que lucharon por fin lo hemos conseguido, otra cosa haría que se me cayera la cara de vergüenza, por habernos acomodado en este pesebre en que nos han puesto y no sólo para comer de su mano sino para ocupar el lugar que ellos quieran al antojo de sus necesidades, o sea, que formamos parte de un belén donde sólo hay burros y ovejas. Pero antes de irme, antes, algo tengo que arreglar.

Manuel estaba inquieto, contento y con muchos ánimos, acababa de irse la asistenta social a la que había engatusado para que le comprara café y unas pastas, por un día se iba a olvidar de la tensión y la diabetes, así lo habían acordado los tres, tarde de desenfreno de cafeína y azúcar, un encuentro como este había que celebrarlo. Se había puesto el uniforme de capitán de la República, se lo había hecho su mujer, porque el suyo acabó sus días en el campo de Argelès, era lo único que podía agradecer a su enfermedad, porque años atrás no habría podido meterse en él. Sonó el timbre y al abrir la puerta se encontró a Aurora con su boina, que le dijo que estaba estupendo con el uniforme y que ella no se había puesto el traje de Mata-Hari porque lo tenía en la tintorería, Liberto iba con su bastón y con una insignia colgada del bolsillo, bastón que casi se traga el taxista cuando le preguntó que si era de la División Azul. Liberto sentenció, después de contemplar agradecido que Manuel vivía en un bajo: con la República todos los edificios tendrán ascensor por decreto ley.

Aquella tarde no había dolores, sólo ardor de corazón y la juventud corriéndoles de nuevo por las venas.

Todos estaban ansiosos por poner en común sus planes. Liberto fue el primero en tomar la palabra, desde que se había enterado de que el príncipe y la Letizia iban a ir a su residencia de ancianos a hacer un bolo vivía como en una nube, no se lo podía creer. Había revivido la escena una y mil veces, él en primer plano mordiendo la mano del hijo del vividor impuesto por el dictador y diciéndole triunfal: tengo hepatitis majo. Se emocionaba y no paraba de reír. En la farmacia le habían preguntado porque se compraba dos tubos de fijador para la dentadura postiza y él no pudo evitar volver a sonreír mientras pagaba, no podía arriesgarse a que le saliera la dentadura postiza disparada. La mitad de la dentadura se la arrancaron a puñetazos en una sala de tortura así que decidió extraerse la otra mitad y desde entonces su dentadura era su mejor amiga. Remató diciendo: eso será el 18-N. También le obsequiaré con mi mejor repertorio de insultos y cuando se me lleven los escoltas en mi silla de ruedas gritaré con el puño levantado: ¡Viva la República!. Por si los asquerosos de la prensa no lo ponen Aurora lo grabará todo con su cámara disimuladamente y Tadeo que domina esto de las redes sociales, como él dice, nos lo colgará en el Estuve. Él tiene muchas novias de treinta en la pantalla que le mandan unas fotos que le hacen muy feliz, él les pone las fotos de Ernesto, el enfermero de noche, que los fines de semana hace bailes eróticos para señoras, está hecho un fenómeno. Y en la jornada de reflexión colgaré otro vídeo explicando el porqué de la acción y no voy a dejar títere con cabeza.

Manuel dijo: yo soy más ambicioso, he estado pensando un plan pero me falta un detalle material para llevarlo a cabo. Ya lo he hablado con algunos camaradas del barrio y pensamos que con unos cuantos contactos más podríamos hacer una buena incursión, como en los viejos tiempos. En casi todos los colegios las urnas y las papeletas las llevan el viernes por la tarde porque el fin de semana en este país es sagrado, quien lo tiene. Pues bien, no llamará la atención que los abuelos que van a buscar a sus nietos como cada día con la excusa de la próstata entren a usar el lavabo y se acerquen a las aulas electorales, escondan las papeletas oficiales y en su lugar dejen unas que pongan monarquía y otras república, con la pregunta ¿Usted qué quiere? ¡República! corearon los tres y rieron. Pero me falta dinero para hacer las papeletas y no sé cuántas serán porque la voz se ha corrido y hay mucho abuelo cabreado y con mucha memoria.

Ahí intervino Liberto: por el dinero no te preocupes, vendí unas tierras hace unos años que me había comprado por motivos sentimentales en mi pueblo a mi vuelta a España y el cabrón del alcalde hizo un campo de golf en aquel secarral y tuve que vender y entrar en el sucio juego de la especulación porque no quería regalarle el terreno al nieto del falangista que paseó a mi tío. Así que ya tienes socio anticapitalista con el riñón cubierto aunque defectuoso.

Prosiguió Manuel: con las cosas de ordenador y con la imprenta me ayudará mi nieto, el que sólo vive para la fiesta, es buen chaval y no soltará la lengua porque sino le digo a su padre que el niño sólo se fuma Ketama entera, si hombre, los porros esos.

Los dos hombres fijaron su vista en Aurora que aún no había abierto la boca. Esta dijo por fin con cara divertida: lo mío quizá no es tan elaborado como lo de Manuel pero creo que causará impacto si conseguimos que tenga difusión. Mirad, la reina presentará un acto el lunes anterior al 20-N a favor de la investigación médica contra el cáncer, lo hará en unas dependencias de la universidad de medicina. Me lo comentó mi doctora, es chilena y su abuelo fue brigadista y murió en el frente, su otro abuelo fue uno de los que pudo subir a bordo del Winnipeg, hacia el paraíso como él decía. Ella me comentó que llevarían a pacientes con su lacito rosa para que la reina las saludara y la prensa lo recogiera. Yo le dije que quería ir a ese acto y ella me preguntó que como era eso, al ver que era persona de confianza, republicana y a punto de perder su puesto de trabajo por los recortes, le expuse mi plan y aceptó emocionada. Ella me introducirá en la lista de los pacientes y su novio que tiene un amigo detective le dejará una cámara de botón con la que grabará mi actuación por si no dejan pasar cámaras. Se ve que tenemos que subir al escenario para recibir un aplauso por nuestra lucha contra la enfermedad y dar una imagen más humanizada de la sanidad. Pues bien, dejaré caer mi vestido ancho de tirantes y me quedaré como mi madre me trajo al mundo. Con la ayuda de la hija de una amiga de la cárcel que es maquilladora señalaré las marcas de tortura que tengo en el cuerpo y pondremos fecha y nombres de los represores que me lo hicieron. Ante el pasmo general acusaré a la hija de la nacionalsocialista de cómplice de la impunidad de una corona manchada de la sangre de muchos de los nuestros. Gritaré a todo el mundo que soy una víctima del franquismo que no ha recibido justicia y que esta democracia es una farsa porque los derechos humanos sólo se aplican a los que les interesa al estado. Si ETA estuviera activa y me diera un tiro tendría la consideración que me han negado, la indemnización que no recibirán los míos e igual podría incluso sentarme en la mesa de decisiones aunque fuera a título póstumo. Estoy hasta los ovarios. Se me olvidaba, puede que consigamos que algún estudiante coloque en la proyección por encima de la cabeza de los ponentes, una foto de la Sofía con Franco. Estoy nerviosa pero creo que si esto lo hacemos bien tendrá su repercusión. Tadeo también me ayudará a difundir las imágenes, a su edad dice que tiene muy pocas emociones y que le gustaría aparecer en los papeles, así por fin podría salir del armario informático catapultado por la fama y alguna de sus amigas podría aceptarlo tal como es, sesentón, barrigudo y calvo.
Todos convinieron en que las ideas eran estupendas, que tenían que ser cautos y no explicar a todo el mundo los planes, pero que sí que había que hacer correr la voz a los dignos de confianza, porque igual que a ellos a otros se les podría ocurrir acciones parecidas para la semana anterior al 20-N. Decidieron bautizar la operación como la Revolución de la Experiencia.


El lunes 14 empezaron a sucederse por toda la geografía del estado hechos aislados reivindicativos y de denuncia, la primera en salir en prensa fue Aurora desnuda con sus heridas a la vista y su puño levantado mientras acusaba a la reina de usurpadora de la voluntad del pueblo. El YouTube echaba humo. Por la tarde un grupo de hombres y mujeres de gran experiencia se desnudaron delante de las puertas de varios hospitales para denunciar como estaba la sanidad pública y exigiendo sus prótesis de rodilla después de más de tres años de espera. El martes aparecieron varias vallas publicitarias donde se podría leer lo llaman democracia y no lo es, se habían contratado con la colecta de una residencia de ancianos bajo nombre falso. Ese mismo día un grupo de experimentados tras llamar a la prensa se presentaron en un colegio con sus nietos de las manos con unas grandes orejas de burro y un cartel donde se leía “así quiere el capital a los hijos de los trabajadores”, acto muy aplaudido por los presentes y los profesores, así que se animaron y tomaron las aulas nietos y abuelos y se lo pasaron en grande cantando la versión libre del Himno de Riego. El miércoles la Experiencia se envalentonó y tomó varias oficinas de empleo pidiendo trabajo para sus hijos y nietos, por la tarde se empezaron a dar las primeras asambleas en los centros lúdicos para la tercera edad, en muchas de ellas se decidió retirar los ahorros y domiciliar las pensiones en la banca ética, quien no tenía una cerca dijo que antes en un calcetín que se lo llevara Botín. Liberto empezó a ponerse nervioso por si los principitos suspendían el acto ante la Revolución de la Experiencia, pero la agenda no se modificó, eso a pesar de que los actos reivindicativos se seguían sucediendo. Un grupo bien organizado entró en el Pazó de Meirás y expropió todo lo que pudo con unos camiones, que para eso lo había pagado el pueblo, otros enmascarados con bastón robaron el fajín de Queipo y le metieron fuego en la pila bautismal de la catedral de Sevilla, en la puerta de la casa de Fraga apareció la pintada de ASASINO. Las ciudades empezaron a aparecer empapeladas con un “Únete a la Revolución de la Experiencia, el límite tu imaginación”. En el Museu Olímpic de l’Esport aparecieron pintadas de “no volem feixistes als edificis públics” y cientos de fotos de Samaranch con el uniforme de falange y el brazo en alto. Aquello era imparable. El jueves apareció la tumba de Franco y José Antonio destrozadas, los restos mortales fueron enviados por Seur 24 horas a sus deudos. Los experimentados no tenían miedo de nada, lo que empezó siendo una cosa anecdótica e incluso simpática para algunos políticos de la llamada izquierda, ya empezaba a inquietarlos, empezaron los mensajes de llamada a la calma, de respetar la democracia, de ceñirse a las reglas del juego, las mismas que le habían dado por donde uno expulsa sus miserias del cuerpo durante más de 70 años.

El viernes Liberto triunfó y su dentadura bien agarrada a sus encías dejaron una marca indeleble en el que si él podría evitar no sería nunca rey, cuando le pusieron el micro delante dijo: sólo lamento no tener la rabia. Qué día de gloria. Un cincuentena de experimentados entraron en un restaurante de lujo con sus banderas republicanas y cercaron a Bono en una mesa mientras comía con un banquero y un obispo, gritándole: ¡esta bandera es la democrática y verdadera!. Al mitín de final de campaña del partido socialista fueron centenares los que sacaron sus banderas exigiendo la república y justicia para los represaliados del franquismo, eran tantos que no pudieron acallar sus voces. El sábado de reflexión varias concentraciones espontáneas con banderas tricolores, rojinegras, rojas, todos antifascistas y anticapitalistas se reunieron en las sedes de los partidos que juegan al bipartidismo, a unos increpando a otros increpando y demandando por si aún no se han quedado sordos del todo. El grito más coreado era: si este es vuestro sistema nosotros somos antisistema. Un frente popular de pelos blancos que fue creciendo porque los jóvenes se sumaron y aquello si que era la fiesta de la democracia.

El domingo, el golpe de gracia, para sorpresa de Manuel eran cientos de colegios donde aparecieron sólo papeletas donde se preguntaba ¿monarquía o república? ¿capitalismo o anticapitalismo? ¿independencia sí o no?…… Las elecciones tuvieron que ser anuladas, se abrió un debate que sacó a más gente a la calle, no es que salieran de sus casas sino que no se entraba, la derecha más allá de algún garrotazo de alguna vieja gloria del movimiento estaba tan desconcertada que no supo reaccionar, no se podía pegar a tanto anciano sin levantar ampollas, la monarquía se tambaleaba, sobretodo después del bofetón que Felipe le dio a Liberto mientras le gritaba: ¡viejo loco!

Manuel, Aurora y Liberto habían abierto una puerta a lo que ellos habían soñado ver antes de morir y aunque estaban en el umbral del fin podrían decir con orgullo y satisfacción que ahora sí que se iba a producir el tan cacareado, traído y llevado cambio y que el Borbón iba a coger el avión. Porque cuando no tienes nada que perder sólo queda ganar.

domingo, 1 de marzo de 2009

CRISIS PROZAC: UNA FICCIÓN BASADA EN HECHOS REALES

Con la que está cayendo y qué poco nos movemos…. cómo no acabar dándose al Prozac, con este panorama de nada pasa, más que el tiempo que perdemos. Segundos preciosos de revolución ciudadana convertidos en resignación.

Salir de casa como todos los días, diario en mano, a la biblioteca más próxima para conectarse a Internet en busca de un trabajo basura, mal pagado, para el que te exigen hasta el cursillo de contorsionista, sí, aquel del que tanto me reí el día que me llamaron del INEM para ofrecérmelo. Al principio creí que era una broma de mal gusto, pues nunca me habían llamado de dicho servicio en todos los meses que llevaba en el paro y cuando lo hicieron, era para algo que en aquel momento me pareció surrealista, aunque más tarde entendí, que aquel cursillo era ideal para facilitar al señor Capital que te sodomizara sin tener que esforzarse. Enviar currículums por mail, por correo, con foto, sin foto. Llamar desde el locutorio más próximo para oír las gastadas palabras: ya te diremos algo. Era la rutina. Cumplidas las tareas típicas del parad@ llegaban las de ama de casa, las de esposa, madre e hija.

Nadie habla de la situación de crisis en la calle, como si ignorándola no fuera hacerte daño. Los que todavía resisten en sus lugares de explotación te miran como el gafe portador de mala suerte, cuando te preguntan: ¿qué tal? no quieren oír que te va como el culo y te dicen: bueno, pero todavía cobráis el paro. En el mercado oigo hablar del culebrón y del reality de turno. En la academia de peluquería, donde me tiñen el pelo a cambio de hacer de conejilla de indias, todo sea por tapar las canas de mi cuarentena de años, oigo hablar de la Leti, el Rey y una colección de nombres que no sé ubicar, y juro por la constitución del 31 que no es esnobismo sino puro desconocimiento.

Cuando llegaba a casa me encontraba con la rutina doméstica y con un compañero a quien no le habían ido las cosas mejor que a mi. Cupido fue un hijo de mala madre, nos conocimos en la empresa en la que ambos trabajábamos, en la misma que se chupó nuestros mejores años y la que nos dejó en la puta calle, después de cerrar la multinacional su división en España. Con una indemnización ridícula, que bendijeron los “compañeros” del sindicato “amén” y un tiempo de paro que corría, y corre, muy deprisa y que se corresponde a lo que habían cotizado por nosotros, o sea, por debajo de la categoría que ocupábamos. Contable con idiomas e ingeniera con hipoteca, préstamos varios, coche, electrodomésticos. Ya sé que en este punto las simpatías que podría haber suscitado se han desvanecido, pues se puede pensar que llevábamos un tren de vida pequeño burgués, y que ahora que nos den ¿no?. Pues no, vivimos en una ciudad que años atrás hubiera sido llamada dormitorio, en un piso de 70 m2, con tres habitaciones y un sólo baño, tenemos un monovolumen de gama media, unos hijos que van a un colegio público, una familia a la que ayudar y muchos compromisos y causas a las que ya no podemos aportar más que nuestro tiempo, cada día de peor calidad.

La rutina del que busca y no encuentra se convirtió un buen día en angustia, cada mes que pasaba, el dinero que entraba en casa era menor y los gastos los mismos. Yo no he notado la deflación en la cesta de la compra, pero si he podido constatar que mi vivienda ya no vale lo que pagué por ella. Toda la vida de alquiler y cuando nos decidimos a caer en el canto de sirena del boom inmobiliario, aquel hit parade: por menos de lo que pagas de alquiler puedes ser propietario (cómo resistirse a la mayor aspiración de todo ciudadano de este estado), va y estalla la burbuja inmobiliaria. Como soy de buena pasta me alegro de la bajada por los futuros compradores.

La cosa no tenía visos de mejorar así que decidimos ajustar nuestros gastos, suprimimos la conexión a Internet y la línea fija, los móviles sólo para llamar a esas horas en que es gratis, comprar marcas blancas, las salidas con los niños al cine o a realizar otras actividades también. Y piensas, bueno, al menos tengo para comer y techo, si es que el Banco Central Europeo decide que el euribor siga este ritmo descendente.

Con los meses y la desesperanza, después de llevar los niños al colegio me volvía a casa con la excusa de adelantar faena, pero cuando me daba cuenta era la hora de recogerlos y no me había movido del sillón en el que me había sentado horas antes. En ese tiempo pensaba cuántos más estarían en mi misma situación y eran tan invisibles como yo, en como perdíamos nuestro tiempo sin contactar entre nosotros, sin organizarnos, sin plantar cara a la situación. Pero sólo eran eso, pensamientos. Con el tiempo estos también desaparecieron y la tele se ocupó de disminuir mi actividad neuronal hasta reducirme al estado vegetativo.

Cuando pensaba que no podían empeorar más las cosas me encontré de bruces con la depresión de mi compañero, es increíble, tampoco había hablado con él de lo que me estaba pasando, ni tan siquiera nos preguntábamos qué tal te ha ido hoy, sólo que él, en vez de volver a casa para sentarse a ver pasar el tiempo, por vergüenza, se quedaba en un banco de un parque de un barrio vecino sumido en sus pesares. Quién nos ha visto y quién nos ve. Arrastraba los pies hasta el hospital para ir a verlo y ahogarme más en mis penas. En el pasillo me encontré con el psiquiatra que lo trataba y me dijo: si no quieres acabar como él tendrás que tomar algún fármaco que te ayude, me hizo una nota para mi doctora en la que se leía en letras mayúsculas PROZAC. Fui por inercia al centro médico y me recetaron el medicamento milagro, me dirigí a la farmacia más cercana y el farmacéutico me dijo: vaya, otro afectado por la Crisis Prozac, seguro que las farmacéuticas no cierran.

El Prozac lo tapó todo, los problemas económicos y personales. Ya no nos importaba nada que esta crisis invisible se cargara nuestra convivencia de pareja, que tan envidiada había sido por todas nuestras “amistades”, aquellas que desaparecieron en cuanto no pudimos seguir su tren de vida. Tampoco nos preocupaba que no nos pudiéramos divorciar porque no podíamos permitírnoslo, ni que nos quedaran pocos meses de paro y ninguna perspectiva de trabajo o que nuestros hijos contemplaran el panorama. Hice nuevos amigos en el médico, algunos además del PROZAC, beben, toman sustancias sin prescripción médica o se dan a la sobredosis del fármaco milagroso comprándolo a través de Internet, sin saber si lo que ingieren es yeso de la pared, algunos han caído en la ludopatía, otros han pasado en casa de las palabras a los hechos, o sea, que andan a hostia limpia. Y ahí estaba yo, sentada, escuchando cosas que me hubieran provocado una embolia por indignación tiempo atrás, como si aquello fuera lo más normal del mundo.

Mi vida no tenía sentido pero tampoco necesitaba que lo tuviera, los acontecimientos me llevaban por el camino de la autodestrucción complaciente hasta que un día me encontré con un compañero. Aquel que en la asociación de cooperación con el tercer mundo a la que pertenecíamos y por la que yo había dejado de pasar hacía un tiempo, le llamaban el friki. Venía cabreado pero contento, no es una contradicción, cabreado con el capital, la especulación, la mentira y la pasividad pero contento porque venía de manifestarse con otros compañeros, pocos pero resistentes, megáfono en mano. Después de intercambiar unos saludos me explicó todo el trabajo que venían realizando, como se estaban organizando y que necesitaban gente para sacar la protesta a la calle y hacerla visible. Yo no pude resistirme y le obligué a ejercer de psicoanalista en un banco frente a otro banco, por supuesto ninguno era mío, como presupone algún anuncio televisivo. Tras deshogarme con aquel, hasta la fecha, simple conocido, sentí que recuperaba mi dignidad, mi autoestima, mi fuerza. Lo tuve más claro si cabe cuando le arrebaté el megáfono y allí mismo, frente a la sucursal bancaria, me acordé, de modo escatológico, de todos los antepasados de los que nos utilizan sin piedad para su enriquecimiento sin escrúpulo alguno. En ese momento épico cogí el Prozac, lo levanté y grité: juro por la República que no volveré a vivir sometida a ningún opio para el pueblo y acto seguido lo encesté en el punto Sigre de mi farmacia.

Algunos podrán pensar que pasé de la dependencia de un fármaco a la de una secta anticapitalista, me trae sin cuidado, los hay que toman ansiolíticos o cocaína y pertenecen al Opus Dei, sin que nadie les critique por ello, debe ser porque mandan. Ahora tengo una motivación, me he reconciliado conmigo misma y con mis ideas, he retomado a la luchadora que siempre había sido. Y a los que me dicen que con esto no voy a ninguna parte, que no vamos a cambiar nada, les digo que desde donde no se cambia el mundo es sentado delante de la televisión.

Esto no es un final feliz al modo de los cuentos que leíamos cuando éramos pequeños, aunque qué felicidad puede aportar el casarse con un príncipe para negar la plena democracia a sus súbditos. Sigo sin trabajo, con deudas y problemas, pero me alimento de nuestra lucha por cambiar las cosas. Mi relación de pareja va mejor desde que mi compañero ha decidido involucrarse en luchar contra la crisis. Incluso he rescatado del club Prozac de la seguridad social a algunos compañeros y eso me motiva.

Mi historia no pretende ser una fábula con moraleja, pero si a alguien le puede servir de ayuda o le mueve a la reflexión me doy por satisfecha, porque lo mío no es ir publicando mi vida, estas confidencias son un pequeño sacrificio por la causa.

La calle es nuestra y la palabra también.

MJB